miércoles, 4 de febrero de 2009

AGU TROT, un cuento de amor y muchas tortugas


Hoy, a media mañana adquirí tres libros: Agu Trot, de Roald Dahl; El misterio de la isla, de Ana María Machado; y Clemencia, la vaca que quería ser blanca, de Verónica Linares. Sobre los dos primeros libros no hay "vueltas que dar", Dahl y Machado son Los García Márquez de los niños y sobre Linares, espero lo mejor después de leer su libro (aunque mi olfato lector me promete una gran sorpresa) y estaré comentándolo.

(Les diré que Lima, actualmente es una de las ciudades en donde los conductores pueden leer debido a que hay un fiebre en todas las municipalidades por hacer pistas nuevas de tal manera que por donde uno vaya va a encontrar obstáculos, desvíos y un congestionamiento vehicular que te obliga -entre otras alternativas- a leer y ello es algo que me parece positivo porque de alguna forma "se incentiva la lectura").

Mi pasión por las obras de Dahl hizo que en este tour de calles rotas y parálisis vehicular, Agu Trot fuese el libro escogido para leerlo. Como siempre, Dahl nos cautiva y nos atrapa desde la primera página, solo que esta vez el cuento es una historia de amor tan singular. En la página 20 dice: "Y luego, observando el rostro sonriente de la señora Silver que lo miraba a su vez, pensó por milésima vez en lo guapa que ella era, lo encantadora y bondadosa y amable, y el corazón le dolió de tanto amor".

Bueno, solo lo pude leer hasta la página 26 (de 68) y pensé que debía hacer un resumen urgente sobre esta bella historia. En estos momentos son las 14:25 y voy a continuar la lectura del texto y al mismo tiempo voy a tratar de escribir el resumen del mismo. Espero que los profesores puedan conseguirlo y disfrutarlo al máximo y que llegue a la razón de ser de nuestra profesión: los alumnos.

AGU TROT (tortuga al revés)

Autor: Roald Dahl
Ilustraciones: Quentin Blake
Editorial: Santillana
Año: 2007, cuarta reimpresión

Resumen:

El señor Hoppy era un jubilado y solterón que vivía solo en el lo alto de un edificio. Una de sus pasiones eran las flores que cultivaba en todas partes de su casa, pero especialmente, en su balcón. Justamente, en el balcón debajo del suyo vivía una viuda que era el amor perfecto del señor Hoppy solo que por su timidez no se había atrevido nunca a invitarla a tomar el té, a pesar de conocerla durante muchos años. Se encontraban por las mañanas y conversaban sobre diferentes cosas, menos sobre ellos. Es que la señora Silver le daba todo su amor a una tortuguita de 400 gramos llamada Alfie y eso lo sabía el señor Hoppy que hubiera sido capaz de convertirse en tortuga con tal de que ella le acariciase el caparazón todas las mañanas susurrándoles palabras cariñosas.

Lo que más deseaba la señora Silver era que su tortuguita creciera porque durante los últimos once años apenas había alcanzado unos centímetros, y un día, este fue el tema de conversación. Al señor Hoppy se le ocurrió una idea y le dijo que él sí podía hacer que la tortuguita creciera debido a que conocía un secreto que se lo había revelado un beduino de una tribu. Entonces, ella le dijo que si lograba que el animal creciera se convertiría en su esclava lo cual emocionó mucho más al jubilado solterón.

El señor Hoppy le alcanzó un papel con unas palabras mágicas que debían leerse tres veces al día frente a la tortuguita, estás palabras eran:

“AGU TROT, AGU TROT
¡ETZAH ROYAM, ROYAM!
¡ECERC, ETAHCNIH, EBUS…!
(Tortuga, tortuga, ¡Hazte mayor, mayor!, ¡crece, hínchate, sube…!)

Seguidamente, se fue a todas las casas de mascotas y compró todas las tortugas que pesaban más de 400 gramos y haciendo un gran esfuerzo se las llevó a casa (eran 140). El señor Hoppy había sido mecánico, antes de jubilarse, razón por la que no le fue difícil, construir un largo brazo mecánico con el que inmediatamente atrapó a la tortuguita que se encontraba soleándose en el balcón inferior y la cambió por una que se le parecía mucho, pero que pesaba 50 gramos más. Siete días después hizo el segundo cambio, y así sucesivamente cada semana, hasta que después de ocho semanas, la nueva tortuga pesaba 750 gramos, sin embargo, la señora Silver no había notado el cambio.

Por la tarde, el señor Hoppy decidió sugerirle a la mujer que pesase a la tortuga y cuando se disponía a bajar escuchó un grito tremendo que venía del balcón inferior. Era la viuda quien estaba sorprendida por el crecimiento de su mascota ya que esta no podía entrar por la puerta de su casita. El señor Hoppy le dijo si podía bajar a su piso para ver a la tortuga y ella le contestó que no había ningún inconveniente.
Ahora había otro problema, había que ensanchar la casita para que el animalito entrase, sin embargo, al señor Hoppy se le ocurrió otra idea: cambiar las palabras mágicas para que en vez de crecer, se redujera un poquito. Esta vez le escribió:

AGU TROT, AGU TROT,
ETZAH SAM ATIÑEUQEP, SAM ATIÑEUQEP…
(Tortuga, tortuga, hazte más pequeñita, más pequeñita…)

Por la tarde, el jubilado hizo el cambio y cuando la señora Silver regresó de su trabajo (solo trabajaba por las tarde en una tienda de periódicos) empezó a dar gritos de emoción porque la tortuga ya podía pasar por la puerta de su casita. El señor Hoppy le preguntó si podía bajar para ver a la tortuguita y ella se lo permitió. Bajó a toda velocidad mientras se decía a sí mismo en voz baja: “Ahora llega el momento más importante de mi vida, no debo desaprovecharlo”. Ella lo esperaba en la puerta con una ancha sonrisa, lo abrazó y le dijo que era el hombre más maravilloso del mundo. El hombre, nervioso, le dijo si quería casarse con él. Ella se emocionó y le dijo que pensaba que nunca se lo iba a pedir.

Al día siguiente, el señor Hoppy regaló todas sus tortugas a las tiendas de mascotas y limpió su casa de tal forma que no quedó una sola huella de tortuga. Unas semanas después se casaron, fueron felices y colorín colorado.


Gracias por leer

Manuel Urbina