Era la segunda vez que en el cuaderno de control de Andrés, la profesora de Comunicación escribía lo siguiente: "Sr. Padre de Familia: Su hijo no sabe leer, necesita practicar. Ayúdenlo en casa".
Don Camilo, padre de Andrés, leyó y releyó el mensaje ,angustiado, unas cinco veces y aún parecía que no comprendía lo que la profesora le había escrito. Recordó muchas de las cosas que había hecho para que su hijo desarrolle el gusto por la lectura y ahora esta noticia le resultaba "no creíble". No podía ser, algo estaba mal, porque su hijo que había cumplido 8 años era un lector potencial.
Entre las cosas que don Camilo había hecho deliberadamente para que Andrés se convierta en un gran lector estaban:
1. Le contaba casi todos los cuentos clásicos, adaptándolos para la edad de su hijo.
2. Cuando ya no hubo más cuentos conocidos, se había dedicado a inventarle uno tras otro. El mismo se sorprendía de la fluidez para crear historias de animalitos, hadas, doncellas, brujas, príncipes. Veía con sumo placer cómo Andresito disfrutaba de cada historia.
3. Invertía grandes sumas de dinero en la compra de libros infantiles especialmente hechos para niños de dos a cinco años, cada semana adquiría uno o dos textos de alguna colección de literatura infantil editada por los periódicos locales.
4. Lo llevaba a la sección de literatura infantil de los supermercados, de las ferias nacionales e internacionales del libro, y le había construido una biblioteca exclusiva (en forma de una cabaña) para sus libros y otros juguetes.
5. Él, personalmente, se ponía a leer delante de su hijo y de manera exagerada se reía o hacía comentarios positivos sobre el libro que tenía en la mano, todo con la intención de que su hijo lo observase.
6. Él inventaba un cuento y Andrés inventaba otro; al final, los cuentos de Andrés eran más originales.
7. Lo había llevado a muchas bibliotecas, tan solo para que vea la cantidad de gente que leía. Le pedía a los bibliotecarios que le permitan pasar por los pasadizos llenos de libros codificados; algunas veces no se lo permitieron. En una ocasión lo llevó a una imprenta donde se compaginaba un libro escolar.
8. Cuando Andrés aprendió a leer, ambos se turnaban para leer un texto, luego comentaban la historia y terminaban en una chacota.
9. Todas las películas infantiles que Andrés veía, siempre estaban subtituladas al español. Así tendría la oportunidad de leer pues la motivación en un filme para niños es intrínseco.
Había invertido dinero, tiempo y dedicación en la formación lectora de su hijo y ahora la profesora de Comunicación le escribía diciéndole que su hijo no sabía leer. Don Camilo decidió ir al colegio de Andrés para despertar de esta pesadilla que no se atrevía a aceptar.
Al día siguiente, muy temprano, don Camilo y Andrés se dirigieron al colegio. Era viernes y había formación general; Andrés se despidió de su padre y se dirigió al enorme patio donde se encontraban algunos de sus compañeros.
Don Camilo se dirigió a la sala de profesores, con el cuaderno de control en la mano, y en el camino se encontró con la profesora de Comunicación. La saludó seriamente y le dijo que venía por la nota que le había escrito. Don Camilo era un tipo alegre, carismático, hiperactivo y educado, sin embargo, aquella mañana, su rostro decía todo lo contrario. Parecía una fiera que estaba dispuesta a todo con tal de proteger a su cachorro. Respiró lentamente, pues, él mismo no se reconocía; volvió a respirar y trató de controlarse porque no había ido a un campo de batalla, sino a conversar sobre la nota que, en verdad, sí le angustiaba.
- Profesora, ayer el leído esta nota en el cuaderno de control de mi hijo y quisiera que me explique qué es lo que quiere decir.-habló seriamente don Camilo.
La profesora, acostumbrada a ver las reacciones y gestos en los rostros de sus alumnos, se dio cuenta de que esta conversación no iba a ser una de las tantas que tenía con otros padres; también respiró lentamente y habló:
- Efectivamente, señor Benítez, he podido observar que su hijo aún no sabe leer correctamente y usted debe saber que es importante que los niños dominen la lectura desde los primeros grados. Por eso le escribí y espero contar con el apoyo de usted para que Andrés aprenda a leer correctamente.
Don Camilo la miraba atentamente, sin embargo, cuando escuchó la última parte sintió como si una descarga eléctrica le sacudía de pies a cabeza. Era un golpe bajo a tantas cosas que había hecho a fin de que su hijo adquiera el gusto por la lectura. No tuvo tiempo para respirar y contestó:
- ¡Usted quiere decir que mi hijo no comprende lo que lee!
- No, no -dijo la profesora- Andrés es el mejor alumno en compresión de textos, es el más rápido y es el que más participa cuando hacemos las lecturas; por él que toda la clase sea para leer.
Don Camilo sintió que el Espíritu Santo descendía sobre su cuerpo, sentía que volvía la vida a ser bella. Sabía que a Andrés le gustaba la lectura, aunque lo había dudado un poco y, ahora, al escuchar las palabras de la profesora se sintió orgulloso y vio que sus esfuerzos por incentivar la lectura en su hijo no habían sido en vano. Ya más tranquilo, don Camilo se dio cuenta de lo que la profesora le había tratado de decir y su diablito interior le hizo sonreír.
- El problema que tiene Andrés -continuó la profesora- es que cuando le doy un texto para que lea en voz alta, no lo lee respetando los signos de puntuación, no hace pausas entre las oraciones y, además, a veces omite, agrega o cambia las sílabas de las palabras que va leyendo.
Don Camilo se había dado cuenta de que para la profesora el acto de leer significaba un proceso de articulación y entonación adecuadas, mientras que para él, leer significaba comprender el texto. (continúará)
Gracias por leer
Manuel Urbina
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