Esta semana mi hija Yvonne (8) y mi sobrina Fátima (7) estrenaron la casita en el árbol. Nunca pensé que les iba a gustar tanto, a tal punto que estuvieron en ese lugar mágico casi todo el día del sábado y domingo. Subieron sus muñecas, sus diarios, sus libros y tuvieron como invitados a Presidente y Cimarrón, dos gatitos hermosos.
Verlas felices nos llenó de felicidad y entendimos que los niños necesitan un espacio para que se reencuentren con ese mundo lleno de fantasía que todos algún día soñamos. Las veíamos -sin que ellas se dieran cuenta- cómo hacían hablar a sus muñecas y cómo creaban diferentes situaciones tan llenas de imaginación, creatividad y de buen gusto.
Estas dulces imágenes me hicieron recordar aquellos días de mi niñez cuando junto a mis hermanos construíamos autos de carrera con bloques de ladrillos, trozos de madera y cosas que sacábamos de la cocina y de cualquier lugar de la casa. Con qué pasión conducíamos nuestros bólidos aunque ellos no se movían ni un centímetro, pero era tan maravilloso estar allí rugiendo al máximo y hacer movimientos acrobáticos. Ya por la noche, en mis sueños, ganaba la carrera.
Los adultos tenemos nuestro espacio de adultos y nuestros niños también necesitan tener el suyo; por ello, cuán importante es crearles un pequeño espacio en la casa, puede ser en el patio, en el jardín o en esa esquina a la que hemos convertido en un depósito permanente. También es bueno salir con ellos al parque de diversiones, a la playa, al cine, a las ferias, a la casa de los familiares, etc., y pasarla bien.
Quizá este tema no esté relacionado con LECTURA TOTAL, pero quise compartir esta alegría y esta sencilla reflexión con ustedes. Mil disculpas si he dicho más de lo que debía decir.
Gracias por leer
Manuel Urbina
lunes, 1 de septiembre de 2008
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