- Manuel, ¿“sensible” se escribe con dos eses, o ese y ce?
- No estoy seguro, cariño.
- Entonces voy a consultarlo en el diccionario.
- Claro, es lo mejor.
Esta es parte de una conversación que tuve el día de ayer domingo, con mi esposa y que me permitió entender una de las funciones más importantes del diccionario: sacarnos de una duda ortográfica.
Lamentablemente, en las escuelas se hace un uso y abuso del diccionario para el aprendizaje de significados de palabras nuevas. Palabras que en su mayoría no se van a volver a usar por pertenecer al vocabulario pasivo del alumno (hace años que yo no uso las palabras inopia, condumio, asaz, rutilante, etc., y hasta me he olvidado sus significados), aunque esto no es una justificación para no usar el diccionario hay otros aspectos que sí deberíamos tener en cuenta en nuestro quehacer profesional.
La mejor forma de aprender el significado de una nueva palabra –en los niveles básicos- es a través de la vía pictórica, es decir, si el niño no sabe lo que significa “pupitre” es mejor enseñarle la fotografía o el dibujo de un pupitre y verán con que facilidad lo aprende. En segundo lugar, a falta de una fotografía o dibujo, los niños podrán acceder al significado de la misma palabra a través de la vía sonora, es decir, al niño le hablamos y le explicamos sobre el significado de dicho término, y también lo aprende. La tercera forma, que es la menos eficaz, la más tediosa y aburrida es a través de la vía escrita, es decir, que el niño busque el significado de dicha palabra en el diccionario (a veces le dejan una veintena) y que lo lea y que lo escriba. Y con lo difícil que puede ser encontrar la entrada semántica adecuada al “ejercicio” de búsqueda. Recuerdo que hace un año, mi hija de siete años, buscaba –como tarea- el significado de “pino” y miren lo que encontró:
Pino m. Nombre de varios árboles gimnospermos de las pináceas, de hojas aciculares persistentes en hacecillos de dos a cinco flores unisexuales estróbilas. Producen un falso fruto, la piña que contiene las semillas o piñones. 2 Madera de estos árboles.
Tan fácil hubiera sido si se le enseñaba la foto de un arbolito de Navidad (se hubiera dibujado en la pizarra con mucha facilidad) o a falta de la imagen se le hubiera hablado sobre el arbolito navideño. Lo que se hizo, fue usar la tercera forma que como ven confunde más al niño y lo lleva a odiar al incomprendido diccionario. Imagínese al niño escribiendo esas 37 palabras que no le dan nada de información (es para llorar de rabia e impotencia) y, como si fuera poco, además, debe escribir de dos a cinco oraciones con el bendito término. Al inicio, el alumno, no sabía el significado de una sola palabra y al final termina desconociendo la mayoría “gimnospermos, pináceas, aciculares, hacecillos, unisexuales, estróbilas, piñones…” y si van a la búsqueda del significado de estos terminarían en alguna clínica. El remedio resulta peor que la enfermedad.
Es posible que los profesores hayamos incurrido en esta inadecuada metodología usando la tercera forma, pero creo que ya es hora de darnos cuenta y buscar otras formas de enseñanza, en todo caso, como complemento, solicite un diccionario infantil (esos que traen más imágenes que entradas y que le gusta ver al alumno) y no los que tienen miles de entradas y que causan verdaderas molestias.
Otro mal uso del diccionario se presenta cuando el niño lee un texto narrativo o expositivo. El niño interrumpe su lectura o corta la fluidez a su intención lectora al tener –por indicación del docente- que recurrir al diccionario para iniciar la búsqueda de tal o cual palabra (¿los profesores usamos el diccionario cuando leemos?). Es mejor enseñarles a deducir el significado de la palabra contextualmente, por ejemplo: “El hombre fue al río a buscar agua en una camasa…” (El hombre, el tigre y la Luna, de Rafael Rivero), y, por último, (como lo hacemos nosotros) ignorar el término no necesariamente va a generar problemas de comprensión porque no siempre esa palabra es la clave para entender el texto. Veamos:
“El hombre fue al río a buscar agua en una camasa. Cuando regresó, se encontró con el tigre que había penetrado en su casa y estaba allí dentro, sentado en el suelo”.
¿El hecho de no saber que camasa es un tipo de recipiente afecta en algo lo que sigue en el texto? No, para nada. Sin embargo, a los alumnos les hacemos leer con su diccionario al costado y de esta forma, ¿podrían sentir gusto y placer por la lectura?
Lo más adecuado es trabajar con anticipación un pequeño glosario o vocabulario de las palabras nuevas que vienen en la lectura y verán cómo leer sí se convierte en un placer y a partir de ello el alumno podrá dominar con mucha facilidad la ortografía de las palabras y el significado de ellas. Mientras más lea, más palabras conocerá y las podrá almacenar en su almacén ortográfico hasta su internalización. Hay otras formas o métodos que podrían dar los mismos resultados si con ellos generamos lectores competentes. No es malo usar el diccionario, pero usemos el sentido común: la lectura es la base de una buena escolaridad y si no la promovemos o indirectamente generamos la aversión del alumno hacia ella, estamos haciendo mucho daño.
- No estoy seguro, cariño.
- Entonces voy a consultarlo en el diccionario.
- Claro, es lo mejor.
Esta es parte de una conversación que tuve el día de ayer domingo, con mi esposa y que me permitió entender una de las funciones más importantes del diccionario: sacarnos de una duda ortográfica.
Lamentablemente, en las escuelas se hace un uso y abuso del diccionario para el aprendizaje de significados de palabras nuevas. Palabras que en su mayoría no se van a volver a usar por pertenecer al vocabulario pasivo del alumno (hace años que yo no uso las palabras inopia, condumio, asaz, rutilante, etc., y hasta me he olvidado sus significados), aunque esto no es una justificación para no usar el diccionario hay otros aspectos que sí deberíamos tener en cuenta en nuestro quehacer profesional.
La mejor forma de aprender el significado de una nueva palabra –en los niveles básicos- es a través de la vía pictórica, es decir, si el niño no sabe lo que significa “pupitre” es mejor enseñarle la fotografía o el dibujo de un pupitre y verán con que facilidad lo aprende. En segundo lugar, a falta de una fotografía o dibujo, los niños podrán acceder al significado de la misma palabra a través de la vía sonora, es decir, al niño le hablamos y le explicamos sobre el significado de dicho término, y también lo aprende. La tercera forma, que es la menos eficaz, la más tediosa y aburrida es a través de la vía escrita, es decir, que el niño busque el significado de dicha palabra en el diccionario (a veces le dejan una veintena) y que lo lea y que lo escriba. Y con lo difícil que puede ser encontrar la entrada semántica adecuada al “ejercicio” de búsqueda. Recuerdo que hace un año, mi hija de siete años, buscaba –como tarea- el significado de “pino” y miren lo que encontró:
Pino m. Nombre de varios árboles gimnospermos de las pináceas, de hojas aciculares persistentes en hacecillos de dos a cinco flores unisexuales estróbilas. Producen un falso fruto, la piña que contiene las semillas o piñones. 2 Madera de estos árboles.
Tan fácil hubiera sido si se le enseñaba la foto de un arbolito de Navidad (se hubiera dibujado en la pizarra con mucha facilidad) o a falta de la imagen se le hubiera hablado sobre el arbolito navideño. Lo que se hizo, fue usar la tercera forma que como ven confunde más al niño y lo lleva a odiar al incomprendido diccionario. Imagínese al niño escribiendo esas 37 palabras que no le dan nada de información (es para llorar de rabia e impotencia) y, como si fuera poco, además, debe escribir de dos a cinco oraciones con el bendito término. Al inicio, el alumno, no sabía el significado de una sola palabra y al final termina desconociendo la mayoría “gimnospermos, pináceas, aciculares, hacecillos, unisexuales, estróbilas, piñones…” y si van a la búsqueda del significado de estos terminarían en alguna clínica. El remedio resulta peor que la enfermedad.
Es posible que los profesores hayamos incurrido en esta inadecuada metodología usando la tercera forma, pero creo que ya es hora de darnos cuenta y buscar otras formas de enseñanza, en todo caso, como complemento, solicite un diccionario infantil (esos que traen más imágenes que entradas y que le gusta ver al alumno) y no los que tienen miles de entradas y que causan verdaderas molestias.
Otro mal uso del diccionario se presenta cuando el niño lee un texto narrativo o expositivo. El niño interrumpe su lectura o corta la fluidez a su intención lectora al tener –por indicación del docente- que recurrir al diccionario para iniciar la búsqueda de tal o cual palabra (¿los profesores usamos el diccionario cuando leemos?). Es mejor enseñarles a deducir el significado de la palabra contextualmente, por ejemplo: “El hombre fue al río a buscar agua en una camasa…” (El hombre, el tigre y la Luna, de Rafael Rivero), y, por último, (como lo hacemos nosotros) ignorar el término no necesariamente va a generar problemas de comprensión porque no siempre esa palabra es la clave para entender el texto. Veamos:
“El hombre fue al río a buscar agua en una camasa. Cuando regresó, se encontró con el tigre que había penetrado en su casa y estaba allí dentro, sentado en el suelo”.
¿El hecho de no saber que camasa es un tipo de recipiente afecta en algo lo que sigue en el texto? No, para nada. Sin embargo, a los alumnos les hacemos leer con su diccionario al costado y de esta forma, ¿podrían sentir gusto y placer por la lectura?
Lo más adecuado es trabajar con anticipación un pequeño glosario o vocabulario de las palabras nuevas que vienen en la lectura y verán cómo leer sí se convierte en un placer y a partir de ello el alumno podrá dominar con mucha facilidad la ortografía de las palabras y el significado de ellas. Mientras más lea, más palabras conocerá y las podrá almacenar en su almacén ortográfico hasta su internalización. Hay otras formas o métodos que podrían dar los mismos resultados si con ellos generamos lectores competentes. No es malo usar el diccionario, pero usemos el sentido común: la lectura es la base de una buena escolaridad y si no la promovemos o indirectamente generamos la aversión del alumno hacia ella, estamos haciendo mucho daño.
Los que sí debemos usar y abusar del diccionario somos nosotros los docentes para estar siempre preparados y absolver cualquier duda semántica u ortográfica que tengan nuestros alumnos. Personalmente, me encanta (literalmente) el Diccionario panhispánico de dudas (2005), preparado por la Asociación de Academias de la Lengua Española y editado por Santillana. Después de tantos años se ha publicado esta maravillosa obra en consulta con los miembros de la RAE de cada país, lo cual ha permitido establecer que, por ejemplo, "ingreso en..." o "ingreso a..." tienen significados iguales, pero que la primera forma es de uso peninsular, mientras que la segunda es de uso hispanoamericano, y se acabó la triste costumbre de imitar la norma española cuando latinoamérica tiene sus propias variedades lingüísticas. Otro diccionario importante y muy funcional es el Diccionario de la lengua española (2001), también de la RAE . Por lo expuesto, no tenemos ningún tipo de aversión al uso de los diccionarios, todo lo contrario: los amamos.
Gracias por leer
Manuel Urbina
prolector@hotmail.com
1 comentario:
Felicitaciones.
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