Paulo César estaba sentado en una de las viejas carpetas individuales del aula, muy cerca al escritorio del profesor de Comunicación Integral. Había guardado todos sus cuadernos y libros en su pequeña mochila celeste y esperaba ansioso, más que otros días, el timbre de salida.
-Unos minutos más y salgo de vacaciones- pensaba Paulo César y en sus labios se dibujaba una breve sonrisa.
Efectivamente, faltaban unos cuantos minutos para que este jovenzuelo de once años pudiera salir de vacaciones, aunque fuese solo por dos semanas.
En ese momento, el profesor se puso de pie y levantando el tono de su voz chillona dijo:
-Antes de que se vayan de vacaciones por quince días, les voy a dejar como "única" tarea que me lean "El Quijote de
En ese momento tocó el timbre de salida y los chicos ya no mostraban el mismo entusiasmo por salir. Esta última tarea les había caído como un baldazo de agua fría. Paulo César se marchó a su casa algo preocupado.
Esa tarde estrenó sus vacaciones jugando fulbito con sus amigos de barrio y por la noche vio “Sherk 1, 2 y
Al día siguiente se levantó como a las nueve de la mañana, desayunó y después se dirigió al estudio de su padre en donde buscó y encontró rápidamente El Quijote, aunque vio que el verdadero título era El ingenioso hidalgo don Quijote de
Paulo César recordó con miedo las palabras de su profesor: “al alumno que no lea este libro lo desaprobaré así se saque veinte en la prueba final”, así que, con mucha resignación se sentó en el escritorio de su papá y empezó a leer aquel extraño libro.
Había leído durante diez minutos y no había entendido nada; muchas palabras y expresiones le eran totalmente extrañas. Sentía que ese castellano no era de su época y ello le generó un profundo rechazo. Qué gran diferencia encontraba con los libros que había leído durante la primaria: El lugar más bello del mundo, Superzorro, Los cretinos, El papá mago, Melisenda, La flor más grande del mundo, Un misterio en el laberinto, el Principito, Florentino supercochino, El velero de cristal y otros más que no recordaba.
Abandonó el libro con la intención de leerlo al día siguiente. Pero al día siguiente cuando fue al estudio de su padre y vio el voluminoso libro, se dijo:
- Mejor mañana lo leo.
Y así fueron pasando los días hasta que se acabaron las vacaciones y el pequeño Paulo César no había leído ni una sola página de El Quijote de
Desesperado llamó por teléfono a uno de sus amigos y éste le recomendó buscar un resumen de la obra en Internet y listo.
El niño pidió permiso y se fue a una cabina.
El día lunes, después del recreo el profesor se puso de pie y dijo:
- Saquen una hoja rayada o cuadriculada tamaño A-4, pongan su nombre completo, año y sección, y luego escriban todo lo que recuerden de la obra que han leído durante las vacaciones. Escriban con letras grandes y claras porque yo no soy mago para adivinar lo que escriben. Ah… mientras más escriban, más notas tendrán.
Paulo César y los demás niños se pusieron a escribir lo "que recordaban" de la obra.
Al día siguiente, el profesor entregó las “evaluaciones” y Paulo César tenía dieciocho y al pie de su nota decía: “Felicitaciones, eres un buen lector”.
FIN
Gracias por participar
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Manuel Urbina
prolector@hotmail.com
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