viernes, 7 de marzo de 2008

LA HADITA DISTRAÍDA

Una mañana de verano, una bella hada volaba muy distraída y terminó estrellándose contra un rosal seco y sin flores, pero que se encontraba lleno de cientos de espinas. El frágil cuerpecito de la hermosa hadita quedó atrapado entre las ramas, y las espinas no le permitían moverse porque ello le causaba mucho dolor.

Fueron pasando las horas y al mediodía el calor era muy intenso y la bella hada sintió que sus fuerzas la abandonaban, que su respiración se hacía más corta, que ya no sentía la mayor parte de su quebrantable cuerpo, pensó que la vida era una especie de suerte maravillosa. Pensó que su fin había llegado y que jamás podría ver a sus hermanas ni a su madre.

Cada segundo que pasaba le parecía una eternidad porque podía recordar con muchos detalles cada momento de su vida, y al mismo tiempo pudo darse cuenta de que muchas veces había actuado incorrectamente y eso, ahora, era lo que más dolor le causaba. Sus lágrimas empezaron brotar como una lluvia intensa y fueron cayendo en el suelo seco y quebradizo.

Sus lágrimas, que le habían salido desde lo más profundo de su alma, habían llegado hasta la raíz del rosal y lo habían hecho despertar de su profundo sueño. El rosal se sintió otra vez lleno de vida y quiso saber quién le había devuelto la alegría y la esperanza. Con tristeza se dio cuenta de que habían sido las lágrimas de la bella hada que estaba atrapada entre sus ramas espinosas. Entonces, el rosal, con mucho cuidado, fue abriendo sus ramas hasta que la bella hada cayó al suelo, sin embargo, permanecía inmóvil y a punto de morir.

El rosal la miró con mucha atención y su reciente alegría se convirtió en tristeza, pero su esperanza se mantuvo firme y se puso a pensar cómo salvaría a la bella hada. Lo primero que hizo fue juntar sus ramas para hacerle algo de sombra y luego estar atento para pedir ayuda.

Unas abejas pasaron por allí y al ver la extraña forma que había adoptado el rosal se acercaron muy curiosas y pudieron ver e inmediatamente reconocieron a la bella hada que se llamaba Raina.

Una abeja exploradora partió veloz en busca de las hermanas de la bella hada, mientras que las otras abejas le colocaban gotas de miel entre sus finos labios. A los pocos minutos Raina abrió los ojos y empezó a mover sus alitas de cristal aunque no tenía aún las fuerzas suficientes para poder volar. Todos se alegraron porque la bella hada se había salvado.

Casi inmediatamente llegaron cerca de veinte hadas y se la llevaron. El rosal volvió a alegrarse y las abejas continuaron su camino.



Gracias por leer

Manuel Urbina

prolector@hotmail.com

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