lunes, 3 de marzo de 2008

SALVAR UNA VIDA

Una frágil mariposa de alas multicolores volaba casi besando los pétalos rojizos de un rosal tan hermoso como ella.

-Hola, mariposita, qué dulce y delicada te ves –dijo el rosal-, podrías decirme por qué hace seis días que no cae ni una sola gota del cielo.

-No lo sé –contestó la mariposa- pero por qué te preocupas, si tus flores son las más perfectas y hermosas de todo el bosque y, además, tienes la suerte de que las aguas de este arroyo te susurren y alimenten tus raíces. No te preocupes que al menos a ti no te pasará nada malo.

-No es por mí –contestó el rosal- lo que ocurre es hay un gorrioncillo que agoniza a la sombra de mis ramas y si no bebe algo pronto morirá.

-No te preocupes…, tú no tienes la culpa –habló la mariposa- además si muere su cuerpo te servirá de abono y tus rosas crecerán más hermosas aún.

Mientras conversaban apareció como una sombra, un duendecillo y atrapó a la frágil mariposa que no había podido evadirlo, como otras veces.

-¡Por fin te tengo!, ¡Te he estado buscando tanto tiempo y ahora no podrás escapar!, ¡Qué buen día para mí! –decía el duendecillo y muy eufórico se puso a saltar.

La rosa que se sentía culpable por la captura de la mariposa le dijo al duendecillo:

-Por favor señor duende, libere a mi amiga mariposa y le daré todas mis flores…, incluso mis capullos… libérela por favor…, libérela…

El duendecillo que había oído algo de la conversación anterior le contestó:

-Rosal tan hermoso, por qué te preocupas por esta mariposa… acaso no te has dado cuenta de su indiferencia ante los problemas de los otros. Escuché que no le interesaba salvar la vida del gorrioncillo que agoniza entre tus sombras… ¡Deja que me la coma!

La asustada mariposa lloraba porque su final estaba tan cerca y se dio cuenta de que durante toda su vida solo había pensado en ella y que jamás se había preocupado por los demás. Entonces, resignada, le dijo al duende:

-Tiene usted mucha razón, toda mi vida no he hecho otra cosa que pensar solo en mí y nunca pude hacer algo por los otros. Ahora que me ha llegado el final quiero que no le haga caso al rosal ya que sus rosas son importantes para ella y no quiero que por salvarme se quede sin sus flores.

El duendecillo se sorprendió por lo que había escuchado y, sin pensarlo dos veces, dejó libre a la mariposa. Esta inmediatamente se acercó al rosal y dijo:

-Tenemos que conseguir agua para salvar al pobre gorrioncillo o pronto morirá.

El duendecillo se acercó al rosal y entre las sombras encontró al pobre pajarillo, lo tomó con mucha delicadeza y lo levantó, pero era demasiado tarde: no se movía, ni respiraba: el gorrioncillo estaba muerto.

La mariposa empezó a gemir, luego a llorar intensamente y sus lágrimas cayeron sobre el pico del animalito que increíblemente estiró su cuello y empezó a mostrar signos de vida.


Gracias por leer


Manuel Urbina

prolector@hotmail.com

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