viernes, 29 de febrero de 2008

LOS OJOS DE TOBA

En un enorme e impresionante palacio construido sobre la base de enormes piedras talladas vivía Toba, una hermosa princesa. Era la única hija del rey Amaru y de la reina Quillay.

Toba había cumplido diez años y ya podía acompañar a su padre en las ceremonias religiosas en honor al dios Inti, a quien se le consideraba el Padre de todo el Universo. En un momento en que todos permanecían postrados mirando el suelo, el gran sacerdote se cubrió los ojos con una venda oscura de algodón y levantando su rostro hacía el radiante dios Inti dijo:

-Padre querido, Creador de todo el Universo, queremos darte las gracias porque gracias a ti hemos tenido un buen año. Nuestras tierras se han llenado de trigo, maíz, papa, quinua, quiwicha, yuca y muchos frutos benditos que son los mejores de todo el Imperio. Nuestros hijos crecen fuertes y sanos como los árboles de eucalipto; nuestros vecinos de otras comarcas nos respetan, aceptan el trueque y vivimos en paz. Amado Padre, deseamos que tomes esta ofrenda que hemos sacado de las profundidades de los abismos y te entregamos con todo nuestro corazón.

En el momento en que el gran sacerdote abría una bolsa oscura y soltaba unos polvos dorados como ofrenda a su poderoso dios, la pequeña Toba levantó su inocente cara y pudo ver el rostro dorado y hermoso del dios Inti.

Enfurecido por este atrevimiento el dios la castigó dejándola ciega. Ella aceptó su ceguera y, a pesar de que ya no podría ver tantas cosas maravillosas que le rodeaban, aceptó con humildad su castigo. Aprendió a su usar el tacto para reconocer uno de otro objeto similar. Su oído se hizo más sensible y podía diferenciar entre los cantos de más de diez mil aves que abundaban en su reino.

Fueron pasando los años y Toba cada día se hacía más bella. No había mujer que le superase en belleza y humildad. Todos hablaban de estas cualidades de la bella princesa y pronto empezaron a llegar los hombres más poderosos de otras tierras para pedirla en matrimonio.

El rey Amaru se dio cuenta de que si Toba no elegía a uno de los príncipes como esposo, podría desatarse una guerra. Todos los reinos se unirían contra el suyo y sabía que podrían ser vencidos y esclavizados. Entonces, le pidió a su hermosa y humilde hija que elija entre los visitantes a su futuro esposo.

Advertidos los pretendientes, se dirigieron al palacio de Toba llevándole finos y costosos regalos con la esperanza de ser elegidos.

El dios Inti que había castigado a Toba dejándola ciega, la observaba todos los días y, también se enamoró de ella. Celoso de perderla se convirtió en un apuesto príncipe y fue al palacio llevándole como regalo, en una cajita de oro, unos ojos negros como la noche más oscura.

La princesa escuchaba con atención a los pretendientes y luego les tocaba el rostro para verlos a través de su fino tacto; pero ninguno se parecía al rostro que ella guardaba en su corazón. Y a cada uno les iba diciendo que al llegar la noche les daría la respuesta.

Cuando se presentó el dios Inti convertido en un hermoso príncipe ella lo escuchó y al tocarlo, recordó el día en que vio a este poderoso dios y quedó ciega. Emocionada, se postró a sus pies y le pidió perdón por lo que había hecho cuando era niña. El dios Inti le puso en sus manos la cajita de oro y se fue. Toba abrió la cajita dorada e inmediatamente los ojos negros volaron hacia su hermoso rostro y pudo ver nuevamente.

Enterados los pretendientes de que el dios Inti había venido por la princesa Toba, tuvieron mucho miedo y no esperaron que llegue la noche para saber la respuesta; se fueron resignados a sus reinos y no volvieron jamás.

Al otro día, en la ceremonia a este dios poderoso, Toba fue entregada como esposa al dios Inti quien la convirtió en una estrella y voló hacia Él.


Gracias por leer

Manuel Urbina
prolector@hotmail.com

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