domingo, 24 de febrero de 2008

A PROPÓSITO DE LA ENCUESTA 1: USTED ES LA CULPABLE

La señora Gómez llegó apresuradamente al colegio de su hijo Andrés. Faltaban cinco minutos para que sean las once de la mañana y la reunión con la profesora había sido programada para las once. No sabía exactamente el motivo de esta reunión, pero intuía que algo malo estaba pasando y probablemente la profesora le diera noticias nada alentadoras sobre su hijo Andrés.

Andrés recién había cumplido los ocho años y se encontraba cursando el tercer grado; el año anterior también había sido alumno de la misma profesora. Era un alumno inteligente, pero de rendimiento regular. Por las tardes practicaba en diferentes academias sus actividades favoritas: tocar el órgano electrónico, dibujar, hacer teatro y practicar el karate.

En ese momento, se escuchó el timbre que anunciaba el recreo y los niños salieron rápidamente de sus aulas y empezaron a formar grupos pequeños en el patio. La señora Gómez se dirigió al aula de su hijo y en la puerta se encontró frente a frente con la profesora.

-Buenas días, profesora- dijo la señora Gómez- quisiera saber cuál es la razón por la que me ha hecho llamar, ¿pasa algo con mi hijo Andrés?

- Bueno, en realidad no es nada grave -contestó la profesora- lo que pasa es que he notado que su hijo Andrés aún no sabe leer correctamente. No respeta los signos de puntuación, no articula bien algunas palabras, no sabe respirar adecuadamente y tiene un poco de vergüenza a la hora de leer. Así que sugiero que lo hagan leer en casa para que mejore su lectura oral porque de lo contrario no podrá aprobar el curso de Comunicación Integral.

-Dígame, profesora, mi hijo Andrés es el único en su aula que tiene este problema -señaló la señora Gómez.

-¡No!, todos los alumnos están mal en lectura, ninguno lee correctamente y eso que ya están en tercer grado, parece que no les importa leer bien en voz alta -respondió la profesora en un tono serio y preocupado.

La señora Gómez había esperado esta respuesta para poderle decir las cosas que había estado pensando mientras la escuchaba y mirándola a los ojos le dijo:

-Profesora, sabe usted por qué no leen correctamente sus alumnos -y antes que le respondiera continuó- no leen porque usted es la culpable. Sinceramente, debería darle vergüenza decir que los niños nos saben leer. Usted es la profesora de aula y en estos dos años que lleva enseñando a mi hijo, nunca he visto una tarea o un ejercicio que fomente la lectura oral. He visto en todos sus cuadernos que usted le da más importancia a la tildación, al uso de las mayúsculas, a la escritura con la letra exacta, al cuaderno limpio y sin borrones, pero usted no promueve el desarrollo de las habilidades lectoras de los niños y no se olvide que ello es su obligación y, lógicamente, estos son los resultados.

La joven profesora se había quedado como petrificada ante cada una de estas palabras, y en verdad daba pena verla en ese estado, sin tener argumentos para replicar. La señora Gómez continuó hablando firme y en un tono coloquial de tal manera que si alguien los hubiera visto no se habría dado cuenta lo que pasaba.

-Usted es la profesora y es usted la principal modelo de lectura frente a sus alumnos; si usted no lee o lee mal, entonces, los alumnos leerán peor. Los alumnos al escucharla leer van a tratar de imitarla, por lo tanto, vuelvo a recalcarle que es usted la responsable de que no lean correctamente y eso que, usted, también fue la misma profesora, el año pasado.

La profesora habría querido defenderse y decirle a la mamá de Andrés que estaba equivocada en sus apreciaciones, pero no encontraba una justificación adecuada para desarticular las acusaciones que se le imputaban. Efectivamente, ella nunca leía textos en voz alta, (ni en silencio) solo se limitaba a señalar al alumno que debía leer y nunca había realizado una actividad para fomentar la lectura oral.

En ese momento recordó que sus colegas de otras aulas hacían:
- Concursos de trabalenguas
- Ejercicios de articulación a través de la pronunciación exagerada y repetida de frases y palabras.
- Ejercicios de respiración diafragmática y para ello empleaban unos globos pequeños.
- Concursos de lectura oral y representación de diálogos, etc.

Fueron segundos que le sirvieron para recordar todas las actividades que hacían los otros profesores y ella recordó que siempre había creído que esas actividades eran una pérdida de tiempo. Tomó aire, respiró profundo y nerviosamente dijo:

- Señora Gómez, le agradezco por haber sido sincera y por haberme hecho ver que estaba equivocada. Tiene, usted, mucha razón al señalar que los profesores somos los principales modelos de lo que significa leer en voz alta y reconozco -gracias a usted- que no he realizado las actividades adecuadas para que los niños lean adecuadamente en voz alta. Le ofrezco mis sinceras disculpas y le prometo que a partir de hoy empezaremos a prepararnos para leer adecuadamente.

La señora Gómez sorprendida y al mismo tiempo halagada por la respuesta contestó:

-Profesora, la enseñanza es un proceso continuo y permanente en donde el alumno y el profesor aprenden mutuamente. Hoy día he aprendido que todos podemos cometer errores y equivocarnos, pero solo los grandes -como me lo ha demostrado hoy- tienen la sabiduría para reconocerlos y tomar medidas inmediatamente.

La profesora se quedó inquieta y muy preocupada, luego volvió a su escritorio mientras sus alumnos ingresaban nuevamente.

La señora Gómez subió a su carro y se dirigió a una universidad limeña en donde enseñaba Estrategias de Lectura. Recordó la conversación que había tenido con la profesora de su hijo y pensó: "En casa de herrero, cuchillo de..."

FIN


Gracias por leer


Manuel Urbina

prolector@hotmail.com

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