martes, 11 de diciembre de 2007

¿QUIÉN SE LLEVÓ MI LIBRO? II

Al día siguiente, después del desayuno el viejo ratón y su sobrino Lucas continuaron con las clases de lectura veloz.

-Quiero saber si tus ojos están en perfectas condiciones o tienes miopía o astigmatismo.

Aunque el pequeño dijo que miraba perfectamente y sin problemas se dirigieron al ocultista en donde se comprobó que Lucas padecía de una miopía moderada en el ojo izquierdo. El doctor le prescribió el uso de anteojos exclusivamente para leer.

Mientras regresaban a casa Antonio continuó hablando.

- Ahora cuando empieces a utilizar tus anteojos nuevos ya no tendrás agotamiento o cansancio visual, y verás las páginas con mucha claridad y limpieza. Lucas estaba emocionado porque usaría anteojos y en ello se parecería más a su tío.

En casa, el tema de la miopía, fue una sorpresa para los padres de Lucas y trataron de justificar el hecho de no haberse dado cuenta del problema que venía arrastrando el niño, posiblemente, varios años.

Antonio dijo que ya no habría problemas por ese lado y que era frecuente que la gran mayoría de estudiantes tengas problemas visuales y mirando a su sobrino le dijo:

-Quiero que sepas que el buen lector es un deportista de la lectura, porque cuando uno empieza a practicarla poco se va acostumbrando a ella y nunca más se la puede abandonar. Por otro lado, así como el nadador tiene que fortalecer los músculos de los brazos y las piernas, así también el deportista de la lectura también tiene que fortalecer los músculos de los ojos.

Cada uno de nuestros ojos tiene seis músculos los cuales nos permiten ver más de cien mil puntos diferentes en el espacio, sin embargo, como nunca hemos realizado ejercicios visuales nuestros ojos trabajan de una manera lenta casi en todos sus desplazamientos. Entonces como buenos deportistas de la lectura tenemos que ejercitar a estos seis músculos para que sus movimientos sean más eficaces. Estos ejercicios son muy fáciles y se pueden practicar en cualquier lugar, bastaría con tres minutos por cada día como mínimo.

-Empecemos con los desplazamientos horizontales de izquierda a derecha, siempre con la mirada al frente. La cabeza no se debe mover, son los ojos que deben desplazarse de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Al comienzo el desplazamiento debe ser lento y poco a poco aumentar la velocidad.

El pequeño ratoncito obedecía atentamente las indicaciones de su tío. Notó que al comienzo sus desplazamientos visuales horizontales eran lentos, torpes y un poco dolorosos; pero luego los fue realizando con mayor desenvolvimiento. Comprendió que si hacía estos ejercicios era porque es así como se desplazan los ojos cuando se lee.

-No te olvides, Lucas, has estos ejercicios por lo menos una vez al día. También puedes hacerlos en forma vertical o de arriba abajo. Cuando realices estos ejercicios, además, conseguirás que todos los músculos de tu cuerpo se relajen y te sentirás mejor. Unos científicos franceses sostienen que los ejercicios visuales activan los hemisferios del cerebro y las capacidades de retención y memoria aumentan. Yo por mi propia experiencia te digo que es verdad.

Lucas estaba sorprendido con las cosas que le decía su tío y, después de realizar los ejercicios de desplazamiento horizontal, se sentía más tranquilo y muy lúcido.

El viejo ratón tomó una hoja e hizo unos trazos luego se lo dio a su sobrino para que realice el primer ejercicio.

-Ahora vas a tomar un lapicero sin tinta o un palito chino y con él vas a recorrer las líneas que aparecen de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo. El ejercicio consiste en seguir visualmente el recorrido de la punta de tu lapicero. Debes hacerlo tres minutos diarios durante una semana y cada vez tus desplazamientos deben ser más veloces. Ya verás los resultados que vas a conseguir, es algo extraordinario.

El pequeño Lucas quería empezar con este ejercicio que parecía muy fácil, pero el tío le dijo que primero tendrían que ir a la óptica para recoger sus lentes nuevos. Llamaron a la óptica y les dijeron que podían pasar a recogerlos porque ya estaban listos.

El niño se sentía algo raro con aquellos lentes, no veía tan bien a las personas y cosas distantes como antes, incluso sentía que sus pasos se iban al vacío. La optómetra le recomendó que solo los usara para realizar trabajos de lectura o tareas escolares. Cuando le dieron un texto con letras normales observó que, efectivamente, las palabras aparecían más claras, más iluminadas y fáciles de percibir. Antes pensaba que el aura que rodeaban a las letras era algo normal, pero paulatinamente se fue dando cuenta de la diferencia entre leer con sus anteojos y leer sin ellos.

Ya en casa se instalaron en el estudio del padre y antes de continuar con las clases de lectura veloz, el viejo ratón le dijo a su sobrino:

-Ahora ya estamos casi listos para empezar, pero necesitamos la herramienta más importante del estudiante de lectura veloz y ello es un cronómetro.

El tío Antonio sacó de su bolsillo un cronómetro rectangular que llevaba una cuerda oscura y se la entregó cariñosamente, al mismo tiempo que le enseñaba su manejo.

Ahora que ya estaban listos, el tío hizo unos trazos en una hoja, (como el que aparece en la parte inferior) y le pidió que con el lapicero sin tinta, que fácilmente consiguieron, realice los desplazamientos de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. El objetivo del ejercicio consistía en realizar los ejercicios visuales para desarrollar y agilizar los músculos laterales de los ojos para poder hacer fijaciones más rápidas durante la lectura. En los métodos de lectura tradicionales, la parte perceptiva o visual está considerada dentro de los Procesos de Bajo nivel y se le considera como un proceso menor y sin importancia frente a los otros que son de naturaleza cognitiva.

Al comienzo el pequeño ejercía mucha presión sobre la punta del lapicero, pero cuando se le dijo que lo deslizara suavemente, como si fuera una caricia, empezó a avanzar más rápido y sus ojitos tuvieron que hacer correr sin perder de vista la punta de su guía. También quería que su deslizamiento sea exactamente sobre la línea dibujada sin salirse de ella, pero, también comprendió que ello no era lo más importante en el desarrollo del ejercicio. Lo importante era mantener una velocidad constante mirando el recorrido de la punta del lapicero.

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El viejo ratón iba controlando el tiempo. Tenía que hacer el ejercicio tres veces al día y cada uno debía realizarse durante tres minutos. El pequeño estaba encantado y los realizaba con una gran energía al igual que los otros ejercicios que les iba presentando su tío.


-No te olvides que, cuando yo no esté, deberás practicar estos ejercicios durante siete días y deberás controlar tus tiempos- señaló el maestro. (CONTINUARÁ…)

Gracias por Leer

Fragmento de “¿Quién se llevó mi libro? de Manuel Urbina

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