lunes, 3 de diciembre de 2007

¿QUIÉN SE LLEVÓ MI LIBRO? V El inicio

Lucas era un ratoncito que iba a empezar, dentro de poco, sus estudios secundarios en un renombrado y costoso colegio de la ciudad. Tenía malos recuerdos de su experiencia en la educación primaria. Todos los profesores que había conocido solo habían sabido dejar tareas y más tareas. Ahora que empezaría a estudiar la secundaria sabía que nuevamente sería víctima de esas aburridísimas tareas escolares, que ahora serían más complicadas y no estaba seguro de que su mamá ratona se las siguiera haciendo. Era un ratoncito extraño ya que mostraba una preocupación precoz.

Era muy frecuente escuchar a sus profesores frases como “estudien, estudien, estudien…”, “lean, lean lean…”, “hagan sus tareas, hagan sus tareas”, pero nunca conoció, por lo menos, a uno solo que dijera: “Muchachos, antes de que estudien, lean o hagan sus tareas, yo les voy a enseñar cómo se estudia, cómo se lee y cómo se hacen las tareas”.

– Es fácil hablar-, decía Lucas. Era su frase favorita.

Las tareas de casi todos los cursos consistían básicamente en responder un cuestionario de cinco, diez, quince o más preguntas teniendo como fuente de información un texto escolar o hacer el resumen del tal o cual lectura, es decir, las tareas implicaban obligatoriamente la necesidad de leer y comprender.

Lucas siempre había pensado que hacer la tarea sería algo sencillo, pero una vez que empezaba a leer su texto era víctima de un sinfín de situaciones: se desconcentraba con mucha facilidad, tenía que hacer regresiones constantes, su cuerpo adoptaba acrobáticas posturas, aparecían en su mente infantil una serie de recuerdos y al final solo reaccionaba o se daba cuenta de que estaba en otra menos en la lectura cuando cogía la página para cambiarla, y lo peor de todo cuando se daba cuenta de que no había entendido ni jota.

Cuando esto ocurría tenía que volver a realizar una segunda lectura, una tercera, una cuarta y al final, víctima de una impotencia tan frustrante dejaba la tarea; curiosamente sus notas eran aprobatorias: nadie aún sabe las razones de ello.

Toda la preocupación del pequeño Lucas se basaba en que le era sumamente difícil leer y comprender.

Es que en los colegios no se enseña un verdadero curso de lectura comprensiva y resulta tan ilógico y cruel que les exijan a los pobres alumnos leer cuando no se les ha enseñado técnicas o métodos para leer comprensivamente.

Existe, en todas las instancias de los gobiernos, el conocimiento de la deficiencia de la lectura en todos los niveles educativos y se ha creído que los cursos de razonamiento verbal serían la solución a este enorme problema, sin embargo, después de tantas horas de práctica los resultados no han cambiado. No es que el curso de razonamiento verbal no sirva, por el contrario, es fundamental y necesario para la comprensión de textos, lo que ocurre es que corresponde a los procesos intermedios de lectura que son eminentemente cognitivos. Con es lógico, no se ha trabaja la fase previa que es perceptiva y visual.

Lucas representaba a millones de alumnos que no querían ir al colegio, representaba a los que permanecían sentados durante horas tratando de hacer sus tareas, representaba a los que hacían sus tareas incompletas o sencillamente a los que no las hacían, representaba a los que nunca querían levantar la mano para decir lo que pensaban sobre el tema tratado en clase, representaba a los que intentaban copiar como sea los exámenes mensuales, representaba a millones de alumnos que creían que el colegio era el lugar equivocado.

Si todo esto ocurría por un lado, también es cierto que existían miles de alumnos que tienen una visión totalmente opuesta a la de Lucas. Existen los alumnos que aman su colegio, las tareas, participar en clase y, desde luego, les gusta la lectura. La única diferencia entre un excelente alumno y uno que todavía no lo ha conseguido es el acercamiento a la lectura o su capacidad de comprensión. Los buenos alumnos conocen técnicas de lectura, por eso encuentran en ella una actividad ordinaria. Para ellos leer es una actividad tan fácil y divertida.

Lucas siempre había querido ser uno de los mejores alumnos de su escuela, pero a pesar de que lo había intentado varias veces, nunca pudo conseguir un reconocimiento. Sus padres lo alentaban con frases motivadoras como “tú naciste para ser el mejor”, “lo importante no es ser el mejor, sino dar lo mejor de uno”, “no es mejor el que tiene las mejores notas, sino el que sabe lo que está haciendo”, y había más frases, pero no eran suficientes para que esté entre los primeros.

Su padre era una persona honesta, trabajadora y que solía coleccionar todos los libros que eran promocionados por los periódicos y revistas locales. Nunca los leía, más parecían adornos de su biblioteca y de su carro; frecuentemente le escuchaba decir: “Estos libros serán para ti, para que el día de mañana seas una persona preparada, inteligente y con mucho dinero”.

Estas afirmaciones –recuerda Lucas - lo perturbaban porque era una responsabilidad que no creía poder cumplirla. Es que le tenía tanto miedo a los libros.

Muchos temores aparecen en los alumnos cuando pasan al nivel secundario. La idea de tener más cursos, más profesores, implica también más tareas, más lectura. Si no hubiera existido la secundaria qué bueno hubiera sido para ellos. Los padres lo saben muy bien y de alguna manera también muestran esa misma preocupación, pero confían en que el niño se acostumbrará gradualmente. No saben cuán importante es el papel de ellos en el proceso lector del niño.

Un día el pobre Lucas meditaba sobre su futuro en la escuela secundaria cuando de pronto escuchó una voz pausada y tajante que decía: “Leer es fácil y divertido”, el ratoncito se dio la vuelta para ver quién era el que se atrevía a decir esta mentira tan grande como el mar. Su temor a la escuela era más grande que sus miedos. (CONTINUARÁ...)

Gracias por leer

Manuel Urbina

prolector@hotmail.com


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